Maniqueísmo es el nombre que recibe la religión universalista fundada por el sabio persa Mani (o Manes) (c. 215-276), quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad.
El maniqueísmo se concibe desde sus orígenes como la fe definitiva, por cuanto pretende completar e invalidar a todas las demás. Al rivalizar en este sentido con otras religiones, como el zoroastrismo, el budismo, el cristianismo y el islam, de sus contactos con ellas se derivaron numerosos fenómenos de fusión doctrinal.
La definición teológica ha dividido a la crítica. Para algunos eruditos, el fenómeno maniqueo no es reductible a una concepción dualista de la divinidad y el cosmos, ni es definible como gnosticismo, para otros estudiosos es esencialmente gnóstico y dualista.
El maniqueísmo aprovechó la Ruta de la Seda para su expansión, pero sus seguidores fueron perseguidos en el área islámica y el Occidente cristiano, perdurando sobre todo en el Extremo Oriente.
Para esta corriente el pavo real es su animal sagrado porque consideraban que los colores del plumaje revelaban los distintos estados espirituales por los que pasaba el cuerpo para lograr purificarse y transformarse en espíritu divino.
Según el maniquísmo, existe una lucha continua entre dos dioses: el del bien (la luz, el cuerpo) y el dios del mal (las tinieblas, el cuerpo). Y todo lo que vivimos y sufrimos es producto de esa lucha. Quienes cuestionan tal concepto se preguntan ¿dónde queda entonces el libre albedrío? Pero no nos adelantemos...