Your browser (Internet Explorer 7 or lower) is out of date. It has known security flaws and may not display all features of this and other websites. Learn how to update your browser.

X

Navigate

¿Vidas no humanas nos vigilan en los ovnis?

En abril de 1561 un periódico en Núremberg publicó la visita de objetos voladores no identificados —UAP— para el asombro de los germanos. Que indican las ciencias de la conducta, de la física y la física cuántica y la filosofía de estos fenómenos...

La psicología y la vida no humana en el universo

¿Qué podemos explicar de los fenómenos aéreos y submarinos no identificados desde el punto de vista de la ciencia y de la psicología? Cuando la humanidad en sus albores adquirió la capacidad de observar al cielo, hemos albergado una inquietud existencial: ¿estamos solos en el universo? Esta interrogante representa una búsqueda por entender nuestro lugar en el cosmos, y la posibilidad de que existan otras formas de vidas inteligentes. Los fenómenos aéreos y submarinos no identificados han generado teorías, temores, y más recientemente, investigaciones serias.
La noción de otras vidas inteligentes en el universo está vinculada con nuestras emociones más profundas, como el miedo a la soledad cósmica y la esperanza de pertenecer a algo más grande que nosotros mismos.
En la psicología, en relación al estudio sobre los ovnis, los ha considerado como manifestaciones modernas de arquetipos universales, símbolos que emergen en momentos de incertidumbre cultural o crisis existencial. Por ello se analizan las teorías y la bibliografía producidas sobre los procesos psicológicos y sociales por los cuales se producen los informes ovni, así como las creencias en torno al fenómeno, los aspectos simbólicos de vida no humana, y su continuada presencia en la cultura contemporánea.
Por otra parte, con el inició de la comunicación online se ha conseguido levantar información de un buen número de textos e imágenes que eran desconocidos, lo que provocó que disminuyera la tendencia a pensar que la investigación del tema OVNI en las universidades era un esfuerzo casi clandestino y realizado contra la resistencia de un estamento académico hostil a este tema. A la par surgió la hipótesis psicosocial que argumenta que al menos algunos informes de OVNIS se explican mejor por medios psicológicos o sociales.

Fenómenos aéreos y submarinos no identificados: FANI

Los fenómenos no identificados, ya sean aéreos o submarinos, son un enigma histórico y no una invención moderna. Relatos de carros de fuego en el cielo y naves espaciales que vienen del firmamento aparecen en textos religiosos y mitológicos de civilizaciones antiguas como Egipto, Babilonia, Mesopotamia o la India, y en los libros sagrados abrahámicos del judaísmo, catolicismo y cristianismo, o en las culturas incas y mayas en América y en otros continentes. Durante la Edad Media, las luces misteriosas y los objetos voladores fueron interpretadas como señales divinas o demoníacas que dejaron sus registros en las artes plásticas.
Con la llegada de la era moderna, especialmente en el siglo XX, el fenómeno adquirió un enfoque más científico, pero no menos enigmático, como se aprecia en la Investigación de fenómenos aéreos no identificados mediante observatorios terrestres multimodales
Uno de los momentos más significativos en la historia contemporánea ocurrió en 1947, cuando el piloto Kenneth Arnold describió haber visto platillos voladores sobre el estado de Washington, Estados Unidos.
Desde entonces, miles de testimonios —o millones— han surgido, incluyendo avistamientos submarinos, lo que ha llevado a los términos más técnicos de Fenómenos Aéreos No Identificados (FANI) o Fenómenos Submarinos No Identificados (FSNI).

Una mirada multidimensional

Como psicólogos, nos ha interesado escrutar estos fenómenos y su impacto en el comportamiento humano: ¿Qué dicen sobre nuestra percepción, nuestras creencias y nuestros temores? Es posible que algunos avistamientos sean el resultado de ilusiones ópticas, confusiones perceptivas o fenómenos naturales mal interpretados. No obstante, no podemos ignorar los testimonios que, hasta ahora, no tienen una explicación convencional. La ciencia misma se enfrenta al reto de no descartar la experiencia subjetiva, ya que en ocasiones es el primer paso hacia descubrimientos significativos.
El hecho de que gobiernos como el de Estados Unidos y otras naciones hayan reconocido la existencia de fenómenos no identificados documentados por pilotos militares, indica que el tema ha trascendido de la mera especulación. Esto no quiere decir, que necesariamente sean de origen extraterrestre, pero sí que existe un fenómeno objetivo digno de estudio.

¿Cómo reaccionaríamos ante vida o artefactos no humanos?

La posibilidad de contacto con otras vidas inteligentes plantea preguntas que van más allá de la psicología en la ciencia, y entran en el terreno de la filosofía. Algunos estudios psicológicos sugieren que las creencias religiosas, los sistemas culturales y nuestra percepción de la humanidad cambiarían drásticamente ante la presencia de una vida no humana en la Tierra, o alguna otra parte del Universo. El fenómeno también nos enfrenta a nuestras propias limitaciones como individuos. Si bien hemos logrado explorar nuestro planeta en alguna medida, y dar pequeños pasos en el espacio, enfrentamos la posibilidad de que no seamos los únicos actores conscientes en este vasto espacio cósmico. Este pensamiento puede generar tanto esperanza como ansiedad y temor, dependiendo de nuestras predisposiciones culturales y emocionales.

Un llamado a la humildad y la investigación

Obviamente, debemos reconocer que la humanidad está en una etapa temprana de su entendimiento del cosmos. La misma curiosidad que nos llevó a desarrollar a la psicología como ciencia para estudiar nuestra mente, debería impulsarnos a explorar las posibilidades de otras inteligencias en el universo. La humildad es clave en un cosmos de miles de millones de galaxias, y es razonable considerar que la vida, en todas sus formas, puede estar más extendida de lo que imaginamos.
Quizás seres de otros espacios-tiempos nos hayan visitado, pero fueron registrados acorde a la comprensión que un humano podía tener hace miles de años, que al visualizarlos registraron en escritos ancestrales como dioses o mensajeros de alguna deidad, como es el caso del libro de Ezequiel, en la Biblia. Él debe haber visto naves espaciales, aunque las califica como seres vivientes, y señaló que, en el tope de las naves, una deidad estaba sentado en un trono bajo una cúpula de cristal y vestido con un traje de metal refulgente. Todo ello indica la probable presencia de un ovni y de un encuentro con su piloto, un ser inteligente de otro tiempo y espacio.
Existen cientos de hechos similares en los distintos libros sagrados de distintas religiones con testimonios análogos a los miles de testigos presenciales de los objetos voladores no identificados de nuestros días.
También en esos relatos antiguos nos encontramos con el caso del Libro de Jonás donde nos narran el encuentro de este profeta del Antiguo Testamento bíblico con lo que hoy no le llamaríamos una ballena, sino lo denominaríamos objeto submarino no identificado.
Los fenómenos no conocidos, ya sean aéreos o submarinos, nos recuerdan que aún tenemos mucho por aprender. En lugar de rechazarlos como imposibles o temerles como amenazas, o visualizarlos e incorporados a libros ancestrales como mensajeros de alguna deidad, deberíamos verlos como un estímulo para expandir nuestro conocimiento y nuestra conciencia.
Quizás, al hacerlo, descubramos no solo a otras formas de vida, sino también nuevas maneras de entendernos a nosotros mismos.
Al final, como seres humanos, nuestra mayor tarea es mantener viva, la curiosidad y el respeto por lo desconocido, porque allí, en esa incógnita, reside el impulso mismo de la evolución de nuestra especie. La investigación y la ciencia nos ha abierto al presente y nos asoma el futuro.

¿Por qué no hemos evidenciado contacto con vida no humana?

Desde la ciencia y la filosofía, la ausencia de una conexión con civilizaciones en otras galaxias o sectores del universo plantea una de las mayores incongruencias de nuestra existencia en el cosmos. A pesar de los 13 mil 820 millones de años de antigüedad del universo, y la posibilidad de que existan planetas que hayan desarrollado vida inteligente antes que la Tierra, hasta ahora no hemos detectado evidencia concluyente de su presencia basados en los límites del desarrollo tecnológico y las colosales distancias que separan los astros, sugiriendo que estas podrían ser las razones detrás de nuestro aparente aislamiento cósmico.

La evolución de los astros y la vida inteligente

La Tierra tiene aproximadamente 4.500 millones de años de antigüedad. En este tiempo, la vida surgió hace unos 3.800 millones de años, pero los antecesores de los humanos aparecieron solo hace apenas unos 300 mil años. Nuestra capacidad para explorar el espacio más allá de nuestro planeta, sin embargo, es extremadamente reciente: apenas hace 60 años lanzamos el primer satélite, y en 1969 llegamos a la Luna. En contraste —mientras en la Tierra donde nuestra civilización desde que somos conscientes, escasamente supera los 20 mil años, si suponemos que otros astros con condiciones similares en otras partes del universo se formaron hace más de 8 mil millones de años— estos podrían haber desarrollado vida inteligente mucho antes que nosotros. Es razonable imaginar que algunas de esas civilizaciones pudieron alcanzar niveles avanzados de tecnología, quizás incluso dominando la energía de sus estrellas o logrando avances en exploración espacial que superan nuestra comprensión actual. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿por qué ellos no han tenido contacto con nosotros?

La limitación del viaje interestelar

El universo es infinito o inmenso. La distancia promedio entre estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, es de unos 4 años luz. Esto significa que, incluso viajando a la velocidad de la luz, es decir 300 mil kilómetros por segundo, un límite establecido por las leyes de la física, un viaje interestelar tomaría años o siglos dependiendo de la distancia. Para nosotros, que apenas hemos llegado a la Luna, estas distancias parecen insuperables. Si extrapolamos nuestra situación a otras civilizaciones, podría ser que, aunque hayan surgido mucho antes que nosotros, también enfrenten limitaciones físicas y tecnológicas que les impidan realizar viajes interestelares efectivos. Incluso, con tecnologías avanzadas, como naves hipotéticamente impulsadas por energía de fusión o usando los denominados agujeros de gusano, las incalculables distancias del cosmos representan un problema casi infranqueable. Esto no solo incluye la logística del viaje, sino también los recursos necesarios y el tiempo involucrado.

El tiempo cósmico y las civilizaciones avanzadas

La hipótesis del gran filtro sugiere que existe una barrera, en algún punto del desarrollo de la vida, que dificulta o imposibilita que las civilizaciones lleguen a un nivel de expansión interestelar. Podría ser que muchas civilizaciones logren un alto desarrollo tecnológico, pero que su existencia sea efímera debido a las amenazas como el cambio climático, guerras o la autosuficiencia tecnológica que disminuya la necesidad de explorar otros mundos.
La idea fue planteada para explicar la Paradoja de Fermi, es decir, la aparente contradicción entre la alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo, y la falta de evidencia de su existencia. Esta hipótesis sugiere que existe una barrera o una serie de eventos extremadamente improbables que dificultan o impiden que la vida, en cualquier lugar del universo, alcance un nivel de desarrollo avanzado y que pueda comunicarse o viajar interestelarmente.
El gran filtro indica que en algún punto de la línea evolutiva de la vida desde su origen hasta el desarrollo de civilizaciones avanzadas capaces de colonizar el espacio, ocurre un obstáculo casi insuperable. Si estuviéramos atravesando en la Tierra un filtro actualmente, entonces es posible que existan desafíos tecnológicos, sociales o ecológicos que aún no hemos superado. Como sería el riesgo de autodestrucción debido a guerras nucleares.
Igual, este filtro contempla otras causas como cambios en el medio ambiente sea climático o de otra índole, pandemias globales, o la incapacidad de manejar tecnologías avanzadas de manera responsable. Si el gran filtro está por venir en el futuro, implicaría que es extremadamente difícil o improbable que una civilización alcance un nivel interestelar por los límites de la velocidad de la luz, o al colapso de las civilizaciones antes de lograrlo.
La hipótesis fue desarrollada inicialmente por Robin Hanson, un economista y futurista, en un ensayo titulado The Great Filter – Are We Almost Past It? publicado en 1996. Hanson sugirió que el gran filtro puede ser la razón detrás del aparente silencio cósmico y argumentó que el filtro actúa como una especie de colador universal que pocas civilizaciones logran superar. Es un concepto abstracto que se refiere a un mecanismo, evento, o conjunto de factores que actúa como una barrera selectiva o filtro, permitiendo que solo ciertos elementos, entidades o sistemas logren sobrevivir, evolucionar o desarrollarse mientras otros son eliminados o impedidos de avanzar. Se aplica en múltiples contextos, como la evolución, la tecnología, las civilizaciones o incluso en procesos naturales y sociales.
Además, el filtro del tiempo juega un papel crucial. Si una civilización surgió hace miles de millones de años en algún planeta a cientos de años luz de la Tierra, es posible que ya haya desaparecido. El lapso entre su desarrollo y el nuestro podría ser tan grande que nuestras posibilidades de coincidir en el tiempo son prácticamente nulas. En términos cósmicos, incluso un desfase de unos pocos millones de años es insignificante, pero suficiente para impedir el contacto.

¿Hemos sido visitados en la Tierra?

La hipótesis de las distancias cósmicas sugiere que, incluso si una civilización avanzada lograra superar los avances tecnológicos, los enormes recorridos serían un obstáculo fundamental. Si consideramos que la velocidad de la luz es el límite universal, y que nuestro sistema solar está ubicado en una región periférica de la Vía Láctea, podríamos estar demasiado lejos de cualquier civilización avanzada como para ser alcanzados.
Otra probabilidad es que estas civilizaciones no humanas hayan detectado nuestra presencia, pero consideren que el contacto no es viable o deseable en esta temporalidad. Desde su posición, nuestra especie podría no haber alcanzado aún un nivel de desarrollo cultural, tecnológico o ético que justifique el esfuerzo de establecer comunicación. Aunque es posible que en el pasado sí lo hayan hecho para acelerar el proceso evolutivo de los humanos en el comienzo de la presente civilización. Algunas culturas antiguas describen en sus mitologías la llegada de seres celestiales, dioses o visitantes que enseñaron a los humanos conocimientos avanzados, como la agricultura, la astronomía, la construcción de monumentos y los principios de la civilización.
Un caso destacado incluye a los Anunnaki de la mitología sumeria, que supuestamente vinieron del cielo para guiar a los humanos, o las descripciones de ángeles o enviados en textos religiosos que transmiten mensajes y enseñanzas. Como es el caso en Deuteronomio 23:12-14 donde Dios mismo instruye al pueblo de Israel sobre la importancia de mantener la limpieza en el campamento: Estas normas y reglas fueron dadas a través de Moisés, quien las transmitió a los israelitas: Designarás un lugar fuera del campamento donde puedas ir a hacer tus necesidades… tendrás una estaca con la que cavarás un hueco y, luego de hacer tu necesidad, cubrirás tu excremento; porque Jehová tu Dios anda en medio de tu campamento, por tanto ha de ser santo, para que Él no vea en ti cosa inmunda, y se vuelva en pos de ti.
Aunque no hay evidencia directa de que seres del cosmos o de otros espacios-tiempos hayan hecho contacto con los humanos en el pasado para acelerar la evolución de la civilización, esta idea persiste en la imaginación colectiva y encuentra ecos en teorías y en los presentes fenómenos inexplicables.
Otra opción serían las visitas de civilizaciones de otros espacios-tiempos del mismo planeta. Si bien no hay comprobación científica de que haya existido otra civilización inteligente antes de la humana, el enorme tiempo en el que la Tierra ha sido habitable hace posible que formas de vida avanzadas hayan surgido y desaparecido o visitado el planeta sin dejar rastros evidentes. La geología y la evolución nos muestran que la Tierra ha experimentado numerosos ciclos de auge y extinción, por lo que no se puede descartar completamente la posibilidad de vidas inteligentes no humanas perdidas en el tiempo terrestre.

El silencio cósmico: una cuestión de escalas

Una respuesta plausible es que el universo opera en escalas de espacios y tiempos que exceden nuestra comprensión actual. Nuestra historia como especie tecnológica es tan corta en comparación con la edad del cosmos que sería como buscar una aguja en un pajar infinito.
Imaginemos una civilización que haya alcanzado su punto máximo hace 2 mil millones de años en una galaxia cercana a nuestro planeta. En ese tiempo, la Tierra luego 2 mil 500 millones de años de su dramática formación, supervivió junto con la Luna, en medio del caos. Ya para ese momento aún en la Tierra dominaban formas de vida simples, incapaces de detectar o responder esas señales si es que existieron. Si hoy intentamos encontrar evidencias de esa civilización, probablemente ya no exista, dejando solo rastros que serían casi imposibles de interpretar.
Adam Frank, profesor de física y astronomía en la Universidad de Rochester señala que hemos sabido durante mucho tiempo cuántas estrellas existen, no sabíamos cuántas de esas estrellas tenían planetas que potencialmente podrían albergar vida, cuántas veces la vida podría evolucionar y conducir a seres inteligentes, y cuánto tiempo podrían durar las civilizaciones antes de ser extintas…
Ni siquiera sabemos si es posible tener una civilización de alta tecnología que dure más de unas decenas de milenios.
La idea de que otras civilizaciones avanzadas existan pero no hayan alcanzado la Tierra es también consistente con lo que sabemos sobre la física y la astronomía. Las distancias inmensas, el tiempo cósmico y las limitaciones tecnológicas podrían explicar nuestro aparente incomunicación. Por tanto, no deberíamos considerar la ausencia de evidencia, como una evidencia de la ausencia…
En cambio, debemos seguir investigando, y expandiendo nuestro conocimiento y entendiendo que nuestra capacidad para comprender al universo aún está en sus primeras etapas. Quizás, al mirar al cielo, estamos no solo buscando otras civilizaciones, sino también reflexionando sobre nuestra propia naturaleza y nuestro lugar en este descomunal cosmos. Además, recordemos que cuando tomamos fotos del Universo con nuestros potentes telescopios espaciales como el James Webb y vemos galaxias lejanas, estamos viendo, dependiendo de la distancia, su pasado que puede ser de cientos de miles o de millones de años atrás, donde no podríamos observar que en el presente de esa galaxia podrían existir formas de vida desarrolladas e inteligentes, ahora.

¿Cuántas civilizaciones han desaparecido en la Tierra?

Es virtualmente improbable determinar con precisión cuántas civilizaciones han desaparecido a lo largo de la historia de la Tierra, pero sabemos que muchas culturas y sociedades de la civilización humana han surgido, florecido y, eventualmente, colapsado.
A lo largo de la historia de la humanidad, muchas civilizaciones avanzadas han desaparecido por diversas razones: cambios climáticos, invasiones, colapsos internos, desastres naturales, epidemias o la pérdida de recursos, como es el caso de los sumerios, en la antigua Mesopotamia. La primera gran civilización conocida, ubicada en esta región desapareció alrededor del año 2000 a.C. debido a invasiones y el agotamiento de los recursos hídricos.
La civilización del Valle del Indo floreció entre el 3300 y el 1300 a.C. en lo que hoy es Pakistán y el noroeste de India. Su extinción se atribuye a cambios climáticos que afectaron los monzones y los sistemas fluviales.
Los minoicos fueron una civilización avanzada que existió entre el 3000 y el 1100 a.C. Su declive está relacionado con erupciones volcánicas —como la de Santorini— y las invasiones micénicas. Por cierto, aunque no hay evidencia directa de la existencia de la Atlántida, mencionada por primera vez por el filósofo griego Platón, una de las teorías más respaldadas sostiene que podría haber sido un relato sobre la civilización minoica, que floreció en Creta y la isla de Thera antes de la erupción volcánica de Santorini, aproximadamente en 1600 a.C. Esta causó un tsunami que devastó la civilización minoica. Aunque no hay evidencia directa sobre la existencia de los atlantes, fuera de la mente de Platón, algunas teorías sugieren que la historia del ocaso de los minoicos se exageró en una metáfora inventada por Platón para ilustrar sus ideas sobre la política, la moralidad y la decadencia de los imperios.
La civilización maya clásica en Mesoamérica, aunque como cultura no cesó por completo, las grandes ciudades-estado de su periodo clásico (250-900 d.C.) colapsaron debido a una combinación de sequías, guerras internas y agotamiento de recursos.
El Imperio romano no fue una terminó en su totalidad, pero su caída en el siglo V d.C. marcó el fin de esta era de dominio político, cultural y militar de la humanidad.
Los anasazi en Norteamérica fueron habitantes de la región de las Cuatro Esquinas en el suroeste de Estados Unidos, abarcando las áreas que conforman Utah, Colorado, Arizona y Nuevo México, desde aproximadamente el año 200 d.C. hasta el 1300 d.C., que abandonaron sus grandes asentamientos, probablemente debido a sequías prolongadas y conflictos.
La civilización de la Isla de Pascua —Rapa Nui— no supervivió ante la deforestación extrema, y la pérdida de recursos, entre otros factores.
El Imperio khmer en Angkor, Camboya, civilización famosa por construir Angkor Wat, un complejo de templos ubicado en Camboya, considerado el monumento religioso más grande del mundo y una de las joyas arquitectónicas más impresionantes de la humanidad, declinó entre los siglos XIII y XV, posiblemente debido a guerras y cambios climáticos que afectaron sus sistemas hidráulicos.
Muchas civilizaciones desaparecidas —incluyendo los genocidios cometidos en la historia de la humanidad— comparten en su colapso factores similares tales como los cambios ambientales, sequías, trasformaciones en los patrones climáticos o desastres naturales como terremotos y erupciones volcánicas, así como el agotamiento de recursos, la sobreexplotación de tierras, agua y bosques o guerras. Además, los conflictos internos o invasiones externas, conflagraciones, inestabilidad política, o conquistas por parte de otros grupos. Epidemias, o enfermedades que diezmaron a poblaciones enteras. Colapsos económicos y sociales, inequidad extrema, corrupción o una desconexión entre las élites gobernantes y el pueblo.
En términos generales, miles de sociedades humanas organizadas han desaparecido desde los inicios de la humanidad. Muchas de ellas eran pequeñas, locales y no dejaron rastros suficientes para ser identificadas por la arqueología. Otras fueron absorbidas o transformadas en nuevas civilizaciones, como ocurrió con los imperios persa, mongol o chino.

Civilizaciones anteriores a la nuestra

La posibilidad de que haya existido una civilización inteligente y consciente de sí misma anterior a la nuestra en la Tierra hace miles o millones de años es un tema que ha interesado tanto a científicos como a filósofos. Aunque no hay pruebas directas que respalden esta idea, analizarla desde distintos puntos de vista puede ofrecer reflexiones sobre la historia de nuestro planeta y los límites de nuestro conocimiento.
Las culturas actuales de nuestra civilización humana tienen una historia de apenas 6.000 a 10.000 años. En comparación con la vastedad del tiempo geológico, nuestra historia como especie consciente es un parpadeo en el reloj cósmico.
Esto plantea preguntas intrigantes: ¿Pudo haber existido una civilización avanzada antes de los humanos, en algún momento de los miles de millones de años en los que la Tierra ya era habitable?, y más inquietante: ¿Civilizaciones del espacio pudieron visitar el planeta en algún momento conviviendo o no con las civilizaciones terrestres?...
La respuesta a esta última pregunta nos explicaría el pasaje bíblico que menciona a gigantes no humanos que cohabitaron con las hembras humanas —cruzando ADN— en el pasaje del Génesis 6:1-4: Aconteció que cuando comenzaron los humanos a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, y viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas… Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que estuvieron con las hijas de los hombres, y les engendraron hijos que fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre…

La Hipótesis de la Civilización Siluriana

Un concepto interesante es la llamada Hipótesis Siluriana, propuesta en 2018 por los astrofísicos Adam Frank y Gavin Schmidt. Su hipótesis no afirma que existiera una civilización avanzada en el pasado distante, sino intenta explicar cómo podríamos detectar las huellas de una civilización industrial que hubiera existido hace millones de años. La primera huella sería el Impacto ambiental de una civilización avanzada que haya utilizado combustibles fósiles, como hacemos hoy, podrían haber dejado rastros de cambio climático global, alteraciones en los sedimentos o en las concentraciones de carbono en los estratos geológicos. Asimismo, encontrar materiales persistentes, ya de ciertas sustancias químicas o plásticos que podrían sobrevivir en el registro geológico durante millones de años, aunque su detección sería difícil. También, alteraciones geológicas, porque las actividades como la minería o la construcción de infraestructuras masivas podrían haber dejado marcas que aún podríamos identificar.
No obstante, una civilización avanzada que existiera hace decenas o cientos de millones de años podría haber desaparecido sin dejar rastros claros debido a los procesos geológicos como la erosión, la tectónica de placas o el reciclaje del suelo. Aparte de que si estas civilizaciones no alcanzaron niveles industriales, sino que fueron avanzadas de otra manera como en el pensamiento o en la conciencia espiritual, sus restos podrían ser aún más difíciles de identificar.
Igualmente es posible que, si existió vida inteligente en el pasado, no fuera humana ni similar a nosotros. Animales como los cefalópodos —pulpos y calamares— han demostrado niveles sorprendentes de inteligencia. ¿Y dónde dejamos a los dinosaurios?, que dominaron la Tierra, no por 25 mil años como ahora los humanos, sino durante millones de años, podrían haber desarrollado formas avanzadas de pensamiento si las condiciones hubieran sido diferentes. Algunos paleontólogos han especulado que los dinosaurios terópodos, como los velociraptores, tenían cerebros relativamente grandes para su tamaño y podrían haber evolucionado hacia formas más inteligentes si no se hubieran extinguido hace 66 millones de años.

Civilizaciones que evolucionan y desaparecieron

Incluso, si una civilización avanzada existió en el pasado en la Tierra por evolución o proviniendo del espacio, pudo haber desaparecido por razones similares a las que enfrentamos hoy en día como sería el cambio climático extremo, o un cambio drástico en el medio ambiente que podría haber dificultado su supervivencia. Otro evento catastrófico sería un impacto de asteroide como el que acabó con los dinosaurios, lo que demuestra cómo los desastres naturales pueden borrar a especies dominantes. También encontramos la autodestrucción, cuando una civilización podría haber colapsado debido a guerras, agotamiento de recursos o la incapacidad de manejar su entorno, y también por decisión de una civilización de irse de la Tierra por distintas razones.

Final de una civilización

La idea de que una civilización avanzada existió antes que nosotros, invita a recapacitar sobre la naturaleza cíclica de la vida en el universo. Podríamos no ser los primeros en alcanzar niveles de conciencia e inteligencia, e igualnente tanto como no ser los últimos. Si existió una civilización avanzada, su desaparición nos serviría como un recordatorio de lo efímera que puede ser incluso la tecnología más impresionante frente al tiempo y las fuerzas naturales.

¿Evidencias de otra dimensión del espacio-tiempo?

Desde la teoría de la relatividad de Einstein se han multiplicado una amplia gama de interpretaciones relacionadas con el espacio-tiempo. Una hipótesis es que estos fenómenos aéreos no identificados, u OVNIS podrían venir de otras dimensiones del espacio-tiempo, del pasado de la Tierra, o de otra dimensión, que se refiere a la idea de que podrían existir realidades paralelas o universos alternativos, cada uno con características diferentes al universo que conocemos. Este concepto, aunque especulativo, es discutido en la física, y la filosofía, y suele relacionarse con teorías como el multiverso y las dimensiones paralelas.
La idea de que los objetos no identificados puedan provenir de otro espacio-tiempo desafía nuestra comprensión tradicional del universo. Según la relatividad general de Einstein, el espacio y el tiempo están interconectados en una estructura maleable conocida como el espacio-tiempo, lo que implica que podrían existir rutas o fenómenos que conecten diferentes momentos o lugares del universo en el mismo instante. Esto involucra a seres o dispositivos tecnológicos que procederían de un tiempo remoto en la historia de la Tierra, eventualmente de civilizaciones avanzadas que surgieron o nos visitaron mucho antes de que nosotros. De puertas dimensionales o fenómenos que actúan como portales entre nuestro espacio-tiempo y otras dimensiones o realidades paralelas. Incluso, de civilizaciones humanas que hayan alcanzado tal dominio del tiempo y el espacio que podrían viajar hacia el pasado para estudiar su historia, lo cual en este último caso niegan como posible algunos físicos: Stephen Hawking (1942-2018) fue uno de los críticos más destacados de la idea de viajar al pasado, formuló la conjetura de protección cronológica, que sugiere que el propio universo protege su línea temporal con las leyes de la física que evitan las paradojas temporales al impedir que se viaje al pasado, aunque admitió que, en teoría, ciertos fenómenos como los agujeros de gusano o las curvas cerradas de tipo tiempo podrían permitirlo al futuro.
Roger Penrose, colaborador de Hawking y otro gigante de la relatividad general, ha expresado escepticismo sobre los viajes al pasado. Argumenta que las soluciones que permiten curvas cerradas de tipo tiempo —necesarias para viajar al pasado — dependen de condiciones extremadamente idealizadas, como el uso de materia exótica con energía negativa, que probablemente no existan en la naturaleza. Así, el pasado se nos muestra fijo, inalterable. No podríamos viajar al pasado ya que los eventos pasados están existencialmente determinados. Sin embargo, consideramos al futuro de una manera muy diferente: no pensamos que los sucesos que acontecerán están existencialmente determinados.
Sean Carroll, un físico teórico y cosmólogo, es muy crítico con la posibilidad de viajar al pasado. Sostiene que, aunque las matemáticas de la relatividad general permiten teorizar sobre ello, los problemas prácticos y las paradojas asociadas con los viajes en el tiempo hacen que sea extremadamente improbable. Carroll también enfatiza que los viajes al pasado violarían principios fundamentales de la física, como la causalidad, lo que podría llevar a rarezas como la del abuelo —en la que un viajero mata accidentalmente a su abuelo antes de que nazca su padre— impidiendo su propia existencia.

Fenómenos desde el pasado de la tierra

La Tierra tiene una historia compleja que se extiende por miles de millones de años. Es posible imaginar que, en ese lejano pasado, pudo existir una civilización avanzada cuyos rastros hayan sido completamente borrados por los procesos geológicos y climáticos de nuestro planeta. Si esta civilización hubiera alcanzado niveles avanzados de tecnología, podría haber desarrollado formas de transporte o de existencia que sean desconocidas para nosotros.

Los objetos observados bajo el agua

Si en épocas remotas existieron civilizaciones avanzadas terrestres o que vinieron del espacio, es admisible que, en su búsqueda por explorar y aprovechar los recursos de su entorno, hayan desarrollado tecnologías avanzadas para colonizar y habitar los océanos.
Desde mediados del siglo XX, se han desarrollado proyectos como el Precontinent I de Jacques Cousteau y el SeaLab I de la Marina de los Estados Unidos, donde investigadores vivieron temporalmente en hábitats submarinos para estudiar la viabilidad de la vida bajo el mar, o la posibilidad de crear estructuras y artilugios que operen bajo la superficie marina.
Los mares, que cubren la mayor parte del planeta, han ofrecido desde hace miles de millones de años refugio, recursos abundantes y oportunidades como alternativa terrestre, particularmente en caso del caos producto de desastres naturales como los meteoritos, o de cambios climáticos extremos como las glaciaciones o calentamientos globales.
La humanidad en el presente ya ha comenzado a analizar la probabilidad de la vida humana en las profundidades del mar. Si existió o nos visitó otra civilización en el pasado podrían haber creado estructuras sumergidas, sistemas de energía autosostenibles o dispositivos diseñados para operar bajo las presiones extremas de las profundidades marinas. Con el paso del tiempo, estas tecnologías podrían haber quedado abandonadas, o no, pero seguir operando de manera activa o residual gracias a diseños de inteligencias generativas, y a unas energías casi perpetuas. De esta forma, algunos avistamientos de fenómenos submarinos no identificados (FSNI) podrían ser interpretados como evidencia de estas reliquias tecnológicas o actuales, que continúan funcionando de forma autónoma o dirigidas y se manifiestan como objetos o sistemas cuya naturaleza y origen siguen siendo un misterio para la humanidad actual.
Estos sistemas o tecnologías hipotéticos serían capaces de autorrepararse y adaptarse a cambios en el entorno, y pudieran estar mucho más allá de nuestras capacidades actuales. Lo que explicaría avistamientos modernos de fenómenos aéreos o submarinos no identificados, cuyos comportamientos —como maniobras imposibles, aceleraciones extremas o apariciones repentinas— parecen desafiar las leyes de la física conocidas o superar cualquier innovación humana contemporánea.

Los portales dimensionales

Los físicos y los físicos cuánticos estiman que el universo podría tener más dimensiones de las que percibimos en nuestra experiencia cotidiana. Según la teoría de cuerdas, una de las principales teorías de la física cuántica contemporánea, existen al menos 10, 11 o más dimensiones, las tres dimensiones espaciales que conocemos —largo, ancho y alto— y una dimensión temporal, y otras 7 dimensiones adicionales, imperceptibles a nuestros sentidos y a los instrumentos actuales a escalas subatómicas. Estas dimensiones adicionales podrían ser responsables de fenómenos aún inexplicables en el universo. En este marco, los portales dimensionales son una idea especulativa que sugiere la posibilidad de analizar la viabilidad de que los agujeros sean puntos de conexión o intersecciones, entre distintas dimensiones. Estos portales, hipotéticamente, podrían abrirse temporalmente debido a fluctuaciones cuánticas, fenómenos energéticos extremos, o configuraciones específicas del espacio-tiempo, creando un puente entre nuestra dimensión y otras. Los fenómenos aéreos no identificados podrían ser evidencia de estas conexiones interdimensionales, ya que su comportamiento —como aparecer y desaparecer abruptamente, o realizar maniobras que desafían nuestras leyes físicas— podría ser el resultado de incursiones de objetos o seres provenientes de otras dimensiones a nuestra realidad, antes de retornar a su punto de origen o a una dimensión distinta. Esta idea amplía nuestra perspectiva sobre la complejidad y las posibilidades del universo.

Manifestaciones cuánticas

En el nivel cuántico, las partículas subatómicas, como los electrones y los fotones, exhiben comportamientos que desafían las nociones clásicas de tiempo y espacio. Es el caso de fenómenos como la superposición cuántica que permite que una partícula exista simultáneamente en múltiples estados o lugares hasta que es observada, y el entrelazamiento cuántico cuando dos partículas separadas por vastas distancias estén instantáneamente conectadas, independientemente de la separación espacial. Estos principios están respaldados por experimentos y constituyen la base de la mecánica cuántica. En una escala mayor, tecnologías avanzadas podrían aprovechar estas propiedades cuánticas para crear sistemas que trasciendan las limitaciones del espacio-tiempo. Esto podría incluir la construcción de dispositivos capaces de manipular la superposición para saltar entre ubicaciones, o utilizar el entrelazamiento para hacerlo. Estas tecnologías, aún teóricas, se basarían en el dominio total de las leyes cuánticas para explorar realidades paralelas o dimensiones adicionales, lo que podría dar lugar a formas radicalmente nuevas de transporte y comunicación en el universo.

Viajeros del Futuro

Otra suposición es que los fenómenos voladores o submarinos no identificados sean evidencia de civilizaciones humanas pre o post humanas del pasado o del futuro que han desarrollado tecnología para viajar en el tiempo. Si este fuera el caso, sus apariciones podrían no ser intentos de comunicación, sino misiones científicas para observar y documentar su propio pasado.
Estos objetos desconocidos a menudo parecen evitar el contacto directo, lo que podría ser un intento de no crear una paradoja. Las capacidades observadas en algunos fenómenos, como velocidades extremas, maniobras imposibles y la capacidad de aparecer y desaparecer, podrían ser el resultado de tecnologías que manipulan el espacio-tiempo.

La ciencia del tiempo

La posibilidad de que Objetos o fenómenos desconocidos, provengan de otros espacios o tiempos no solo altera nuestra comprensión científica, sino que también plantea interrogantes profundas sobre la relación entre la conciencia humana y el universo. Si el espacio-tiempo puede ser manipulado, como sugieren algunas teorías avanzadas de la física, podría ser que la conciencia misma desempeñe un papel crucial en la percepción o incluso en la interacción con estos fenómenos.
Desde tiempos ancestrales, muchas culturas han interpretado las luces en el cielo como manifestaciones de mensajes divinos o presencias de seres superiores, lo que evidencia una conexión histórica entre estas experiencias y significados espirituales o psicológicos profundos. Esto indica que nuestra percepción de estos eventos podría estar influida no solo por lo que ocurre físicamente, sino también por nuestro marco cultural, simbólico y emocional.
Además, la experiencia del tiempo y el espacio podría estar limitada por nuestra biología. Los humanos percibimos el tiempo de forma lineal, pero otras formas de vida más avanzadas, si existen, podrían haber trascendido estas restricciones, desarrollando una conciencia capaz de experimentar el tiempo y el espacio de manera no lineal sino multidimensional. Esto abriría la posibilidad de que tales civilizaciones puedan interactuar con nuestra realidad de formas que están fuera de nuestro entendimiento actual, dejando rastros o señales que interpretamos como OVNIS o fenómenos desconocidos, desde un punto de vista científico, pero otras personas pueden suponer de acuerdo a sus creencias religiosas que son enviados de alguna deidad, o seres espirituales como los ángeles.
Es posible que algunos de estos fenómenos representen una interacción entre dimensiones del espacio-tiempo y nuestra propia conciencia, revelando aspectos del universo que, aunque invisibles para los sentidos humanos normales, podrían ser percibidos o interpretados bajo ciertas condiciones excepcionales o estados alterados de conciencia.
Esto nos procura a reconsiderar no solo cómo percibimos el cosmos, sino también el papel que juega nuestra mente en esa percepción. La posibilidad de que los fenómenos aéreos o submarinos no identificados —FANI y FSNI— provengan de otro espacio-tiempo, del pasado de la Tierra o de dimensiones paralelas no solo asombre nuestra comprensión científica, y nos estimula a pensar sobre nuestra posición en el cosmos. Quizás estos fenómenos sean evidencia de que el universo es mucho más complejo y extraordinario de lo que podemos imaginar. Sea cual sea su origen, los OVNIS, FANIS y FSNIS nos incitan a mantener una mente abierta y curiosa. Tal vez el verdadero misterio no radique en ellos, sino en nuestra propia limitación para percibir y entender la grandeza del espacio y el tiempo. En última instancia, estos fenómenos podrían ser un espejo que nos revela lo mucho que nos queda por aprender sobre nosotros mismos y sobre el Universo que habitamos. Para concluir, les comentamos que es muy poco factible que una civilización inteligente se encuentre con otra en el espacio, por distintos factores, pero en teoría —por definición de la ciencia— es probable. Si deseas profundizar sobre este tema o consultarnos, puedes escribirnos a [email protected]. Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos. Nos vemos en la próxima entrega…

María Mercedes y Vladimir Gessen, psicólogos
(Autores de “Maestría de la Felicidad”, “Que Cosas y Cambios Tiene la Vida” y de “¿Quién es el Universo?”)
Fuente: https://www.informe21.com/publicaciones/categories/psicologia-y-salud

Comentarios